conciertos

Diana Krall, Oporto, 11-10-09

Domingo por la tarde, anochece en Portugal. Nos dirigimos a ver a Diana Krall al Palacio de Cristal, en Oporto, también conocido como Pavilhao Rosa Mota. Siguiendo las instrucciones del Google Maps, observamos atónitos como vamos en dirección opuesta al Palacio y lo dejamos atrás, al lado de un puente paralelo al que cruzamos. Jamás os fiéis de las rutas del Google Maps.
Gracias a las indicaciones de una lugareña, llegamos media hora después a la zona del concierto. Tras cenar en el único local abierto del lugar (de nombre algo así como TropiBurguer), nos ponemos a la cola para entrar. El exterior del Palacio de Cristal es bastante bonito, así como lujoso y tal. Por eso nos sorprendió su interior: gradas y un montón de sillas plegables en el medio en plan pabellón deportivo (no en vano, colgaba un enorme marcador deportivo del techo, más propio de una velada de Pressing Catch que de un concierto de jazz, la verdad).
Dejando a un lado la poca coherencia lugar-concierto y un escenario que se presentaba sencillo en extremo (las orquestas que tocan en mi pueblo tienen más despliegue de medios), cerca de las 10 de la noche comenzaron a sonar aplausos. Lo curioso es que nadie aplaudía. Así es. Aplausos enlatados para animar a Diana y que se pusiese contenta ante la ansiedad del público. Una voz por megafonía advertía de la prohibición de tomar fotos o vídeos del concierto. Todos sabemos que basta con prohibir algo para que lo haga más gente y con más ganas, y así fue. Un cuarto de hora más tarde y entre flashes fotográficos, Diana Krall y sus 3 músicos (contrabajo, guitarra y batería) salían a escena entre aplausos (esta vez sí) de los asistentes. Tras saludar al público y manifestar que estaba encantada de estar de vuelta en Oporto, Diana se sentó al piano y dió por comenzada la velada.

Tras los primeros diez minutos de actuación, uno se preguntaba: ¿pero esta señorita no cantaba?, porque aquello era casi jazz instrumental. Sólo se escapaba alguna estrofa de vez en cuando de su boca, que aunque tenga muy buena voz, no era suficiente para enganchar y menos en un lugar como ese. Una silla plegable no es lo más cómodo para disfrutar de un concierto, pero sí para sufrirlo. Pasada media hora, uno ya no sabe cómo poner las piernas, dónde apoyarse ni que hacer con los brazos. Los acompañantes de Krall se gustaban y se hacían ver virtuosos metiendo solos en medio de las canciones, que arrancaban aplausos de los más devotos, pero llevaban las canciones a duraciones soporíferas, incluso de 10 a 15 minutos. De vez en cuando, Diana hablaba de su marido, que por lo visto se encontraba en Tasmania, de sus niños y ese tipo de cosas, muy interesante todo. Sonaron canciones de su último álbum de versiones, «Quiet Nights», pero no sonó, por ejemplo, la archiconocida «The Look of Love». Los portugueses parecían aplaudir cada pequeño gesto de la artista y su banda, pero para otros mortales entre los que me incluyo la cosa era lenta y sin gracia. Dio su actuación por concluida con una versión de 15 minutos de «Cheek to Cheek» y volvió a salir (atención a la frikada) tras un pataleo ¡¡¡enlatado!!! (que nadie movió un dedo gordo del pie) que sonó por megafonía. Un bis de un par de canciones, acabando con «The Boy from Ipanema», ponía punto y final a una noche que prometía muchísimo más de lo que resultó ser.

Uno llega a pensar que la fama de la artista no ha venido tanto por su talento (que lo tiene, pero como muchos otros en el mundo del jazz), sino por haber popularizado temas como «The Look of Love» (compuesta por Burt Bacharach e interpretada por Dusty Springfield en 1967) en sus versiones o haber contraído matrimonio con el músico Elvis Costello. ¿Suena bien en concierto? Sí. ¿Canta bien y no hace gallos? Sí. ¿Pero despierta emoción? Para mí, la misma que un plato de coles de Bruselas hervidas. Ninguna. Y no me resulta fácil decirlo, porque me ha decepcionado. Me esperaba otra cosa totalmente distinta, y con el ojo de la cara que costaban las entradas… En fin, puede que no sea un entendido del jazz, pero a conciertos sí que he ido a unos pocos, y este se sitúa en la cola de la lista, muy abajo.

Más fotos del concierto aquí

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