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Sónar Galicia 2010 – Viernes 18 de junio

La segunda jornada del festival se antojaba como la más experimental de todas. Había también mayor variedad en sus propuestas, ya que además de abrirse un segundo escenario (SonarComplex), comenzaban a proyectarse películas y documentales en el SonarCinema. Precisamente fue este el primer espacio al que acudimos aprovechando que se abría el primer piso de ExpoCoruña. Un espacio de relax en el que los puffs sustituían a las tradicionales butacas y una road movie surrealista, «Finisterrae», que lo inauguraba. Estaba claro que la película, dirigida por uno de los creadores del Sónar, y que ha servido de imagen a la edición de este año del festival, estaba más concebida como pretexto para justificar la presencia del festival en Coruña que como película en sí misma. La historia de dos fantasmas recorriendo el Camino de Santiago servía de punto de partida para todo tipo de sinsentidos (algunos con mayor acierto que otros) que daban como resultado una marcianada que resultaba intragable en toda su duración (estoy seguro de que los que se quedaron fue por lo cómodos que estaban).

A las 19:00 se inauguraba el SonarComplex, destinado a acoger las propuestas más decididamente experimentales. Los encargados de abrirlo eran la Orquestra de Música Espontánea de Galicia (O.M.E.G.A.), un grupo de 20 músicos que basa su interpretación en la improvisación. Vaya por delante que yo de música experimental no tengo ni idea, y creo que su influencia sólo se ve con el paso de los años (léase John Cage, por ejemplo). Pero lo de O.M.E.G.A. sinceramente me pareció una tomadura de pelo. Daba la sensación de asistir a un ensayo más bien mediocre para un concierto que nunca iba a producirse. Basar todo el interés de la propuesta en el término «improvisación» y aportando tan pocas novedades, hizo que mi interés decayera al poco tiempo y acabara por marcharme.

Aunque tenía previsto quedarme a ver «Synth Britannia», un documental de la BBC sobre la generación que quiso acercar la electrónica al pop, debido al retraso de las proyecciones cuando me asomé por la puerta los fantasmas agitaban el botafumeiro delante de la catedral de Santiago.
Así que, resignándome, terminé por asistir al concierto de Fuck Buttons.

Había escuchado «Street Horrrsing» (2008) y no tenía muchas ganas de verlos. Pero, aunque a menudo me entraron ganas de matarlos, he de reconocer que tienen un buen directo para quien les guste su música. Eso sí, su volumen brutal nos destrozó los tímpanos irremediablemente para el resto del día. No podían haber escogido mejor su nombre.

Desde luego, no esperaba que Broadcast fuesen el grupo de mi vida, pero sí que esperaba verles algo distinto, algo que atrajo a un numeroso público al auditorio del SonarComplex. Anunciaban que su show estaría dividido en 3 ó 4 partes (no lo recuerdo con exactitud) acompañadas de otras tantas proyecciones, lo que prometía un verdadero show audiovisual. 10 minutos de imágenes experimentales en blanco y negro y susurros y soniditos después, acabé por salirme del concierto para llegar a tiempo al próximo bolo en el SonarVillage.

The Slew no dejaba de ser un proyecto curioso. Dos ex-miembros de Wolfmother, Dj Dynomite D y Dj Kid Koala se reunieron en 2005 para poner música a un documental. El documental no salió a la luz, pero la banda siguió componiendo hasta terminar «100%», su álbum de debut. Rock y hip hop se daban la mano sobre el escenario para dar como resultado el mejor concierto, en mi opinión, de la jornada del viernes. A veces sonaron a Beastie Boys, otras a Rage Against the Machine, pero siempre manteniendo una interesantísima propuesta sustentada en cuatro grandes músicos. Kid Koala, que manejaba el vinilo a su antojo como si fuese una guitarra eléctrica, fue también el artista que más se esforzó en practicar su español mediante las chuletas que utilizó para presentar a la banda. Un concierto que dejó muy buen sabor de boca entre los asistentes.

Tras un descanso para reponer fuerzas tanto anímica como físicamente, llegaba el turno de una de las actuaciones estelares, la de Matthew Herbert. Aquí venía a presentar «One Club», parte de una trilogía que inauguraba «One One» (en el que incluso canta), y que representa su lado más experimental. Con una puesta en escena que recordaba un poco a Joseph Beuys (tienda de campaña al lado de una fogata, una escalera por ahí perdida), Herbert comenzó a tocar. Las caras de póker que se nos iban quedando a todos (algunas para bien, otras para mal) fueron dando paso a una pitada que el propio Matthew decidió hacer suya ofreciéndonos un micrófono para luego introducirla en su música. Podría decirse que fue el más polémico de los que actuaron en el Sónar Galicia, y fue un concierto que, desde luego, muchos no entendimos (yo me incluyo).

Como colofón a una jornada tan variopinta, le tocaba el turno al francés Laurent Garnier. Su música de baile y la incorporación de sección de viento en directo hizo disfrutar a todo el público, especialmente con «The Man with the Red Face», su tema más mítico, que convirtió ExpoCoruña en una macrodiscoteca en la que nadie podía quedarse quieto. Un buen final para un viernes extraño y diferente que pedía a gritos retirada ante las muestras de cansancio.

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