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Paredes de Coura (viernes)

Tercera jornada del Paredes de Coura y la asistencia seguía siendo masiva. Muchos creíamos que ningún grupo atraería a tanto público como Pulp, pero nos equivocábamos. La sorpresa llegaría de manos de unos noruegos llamados Kings of Convenience.

Los neoyorquinos Battles eran de los primeros en subirse al escenario grande. Su música experimental consiguió atraer la atención de los presentes, que gozaron de lo lindo con canciones como «Ice Cream», «Atlas» o «Wall Street». No cabe duda de que, aunque a muchos no acaben de engancharnos (aquí me incluyo), tienen un buen directo, gracias en parte a su batería John Stanier, una auténtica fiera a las percusiones. También tienen su punto las grabaciones en vídeo de los cantantes invitados en algunos de sus temas, entre ellos Gary Numan o Kazu Makino, de los Blonde Redhead. Aunque no sea posible tenerlos allí presentes, el hecho de tener su imagen cantando en dos grandes pantallas situadas detrás del grupo y en una grabación más cercana al videoarte que al videoclip, le da un toque diferente a su puesta en escena. Con todo, en ocasiones las canciones totalmente instrumentales se hacían algo pesadas, aunque esto sea una opinión personal y subjetiva.

Muchos de nosotros teníamos todas nuestras esperanzas depositadas en el cuarteto liderado por el peculiar Bradford Cox. Con el gran «Halcyon Digest» (2010) bajo el brazo, mucho se tenían que torcer las cosas sobre el escenario para que la cosa no saliese bien para los Deerhunter. Pocos minutos antes de empezar, el grupo salía a escena para probar sonido, no sé muy bien si porque no habían podido probar antes o porque querían ajustar ellos mismos los últimos detalles. El caso es que desde el primer momento, la guitarra de Bradford Cox se comió todas y cada una de las canciones literalmente. Su volumen y distorsión eran tales que tapaban su voz y a todo el grupo. El sonido era desastroso, pero nadie se paró a decirle nada al señor Cox. Así, y pese a la pegada de canciones como «Revival», «Desire Lines», «Coronado» o «Memory Boy» (para más inri, Bradford se olvidó de la enorme «Helicopter»), nada pudo salvar su concierto de estar entre los peores de todo el festival. Una verdadera lástima.

No sé si siempre será así, pero lo cierto es que los fans de Kings of Convenience se contaban el viernes por legiones. Fue el concierto más multitudinario del festival junto al de Pulp. No necesitaron ni proyecciones, ni juegos de luces, ni electrónica. A Erlend Oye y Eirik Glambek les bastaron sus guitarras acústicas, sus voces y su carisma para conquistar Paredes de Coura. Ya habían estado ganándose a los que allí acampaban cuando tocaron a bordo de una barca en el Tabuão el día antes, para sorpresa de muchos.

Sus más fieles seguidores se sabían a pies juntillas canciones como «24-25», «Cayman Islands», «Rule My World» o «Boat Behind». Erlend Oye tuvo que pedirnos al público que acompañásemos las canciones chasqueando los dedos y no aplaudiendo, aunque poco a poco tuvo que ceder ante el entusiasmo de los presentes dando palmas. También es cierto que el público portugués dio toda una lección de comportamiento y respeto manteniéndose en silencio mientras sonaban los Kings of Convenience (me viene a la mente sin ir más lejos el barullo que se montó en el Cultura Quente mientras OK Go realizaban su número de las campanas).

Ya en el último tramo del concierto se unían a ellos dos músicos más en escena, uno al violín y el otro al bajo, con los que interpretarían algunas de sus canciones más conocidas. Entre ellas estaba uno de sus mayores éxitos, «I’d Rather Dance with You», en el que Erlend Oye dejó la guitarra para bailar y cantar sobre el escenario. Lo cierto es que fue un recital inolvidable y precioso con el que nos ganaron a todos de calle. Fueron los únicos que salieron a hacer un bis reclamados por el público, y en el que Eirik Glambek nos regaló una versión de «Corcovado», de Antonio Carlos Jobim, en portugués.

Los Kings of Convenience no habían dejado el listón alto, sino insuperable. Hubiese sido mejor bajar el telón del escenario grande, pero el espectáculo debía continuar. Hubo una considerable huida de capital humano, pero buena parte de los presentes nos quedamos para ver que hacían Marina and the Diamonds. Había escuchado hacía unos días su debut, «The Family Jewels» (2010), y la verdad es que esperaba mucho más de ellos. En primer lugar, desconcertaba la imagen de Marina. Con el pelo más corto y rubia teñida, la cantante parecía haberse quedado en el estilismo de los ochenta. Tampoco ayudaba demasiado su interpretación, que en directo estaba muy cercana a veces al tono hortera eurovisivo y al que tampoco ayudaban detalles como el de ilustrar la canción «Hollywood» portando una hamburguesa de plástico (puede que fuese de peluche, pero para el caso es lo mismo) en una mano y un pompón en la otra. El sector más próximo al escenario botó con canciones como «I Am Not a Robot» o «Shampain», pero al conjunto en general le faltó música de verdad y le sobró divismo por parte de su cantante.

Y es que no todos pueden ser como los Kings of Convenience…

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