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Rosalía, Praza da Quintana, Santiago de Compostela, 31-07-18

A estas alturas del partido, decir que Rosalía es la artista revelación de nuestro país es ya casi una perogrullada. Si ya nos deslumbró con «Los Ángeles» (2017), reinterpretando las claves del flamenco más tradicional junto a Raül Refree, todo lo que nos está mostrando de «El Mal Querer» está asombrando a todo el mundo. Tanto es así que medios como The New York Times o Pitchfork ya reseñan sus canciones y videoclips, e incluso artistas como Dua Lipa se han declarado admiradores de la artista.

Los tiempos han cambiado. Si antes los artistas publicaban sus álbumes y luego salían a presentarlos, ahora los más osados asumen el riesgo de dar conciertos para presentar trabajos que todavía no han salido a la luz. En el caso de Rosalía, su espectáculo es un triple salto mortal: apenas dos canciones nuevas publicadas (con millones de visitas en YouTube y Spotify, eso sí) y la decisión de dejar a un lado las canciones de su primer disco, que otros optarían por adaptar a su nuevo espectáculo de una forma u otra.

«El Mal Querer» aún no se ha publicado. No sabemos si será un LP, un EP, una recopilación de singles… Francamente, nos da igual. Las miles de personas que asistimos el pasado 31 de julio a su concierto en la Praza da Quintana, como gran cierre de las fiestas del Apóstolo de Santiago de Compostela, sólo podíamos considerarnos afortunados de que Rosalía hubiese elegido la ciudad gallega como una de las pocas y exclusivas fechas de presentación de su espéctaculo (las otras paradas han sido el festival Sónar de Barcelona, el Cultura Inquieta de Madrid y falta una cuarta en el Starlite de Marbella). Eso sí, la decisión del ayuntamiento de que el acceso (gratuito) requiriría invitación provocó colas de horas durante varios días para conseguirlas (incluso hubo quienes intentaron venderlas a través de Internet). Finalmente, las  5000 invitaciones previstas se agotaron, pero se permitió a algunos afortunados sin entradas acceder a la Quintana hasta completar el aforo. Que no cabía ni una aguja, vaya.

rosalia el mal querer malamente concierto santiago 2018

Eran cerca de las 22:30 cuando comenzaban a salir al escenario Pablo Díaz Reixa (El Guincho), «partner in crime» de esta aventura, como diría posteriormente en la despedida Rosalía; los coros y palmas (dos hombres y dos mujeres) y el cuerpo de baile, compuesto por ocho mujeres. Un escenario con una pasarela en medio al que salió aclamada entre aplausos Rosalía, con una seguridad aplastante. Sonaban las palmas de «Malamente» y buena parte de los asistentes, muchos adolescentes, cantaban la letra que se sabían al dedillo, tan fuerte que apenas se oía a la cantante, que arrancó sonando a un volumen demasiado bajo. Ya habíamos visto parte de la coreografía en el maravilloso videoclip realizado por CANADA, pero en directo es más espectacular si cabe. Nada quedaba al azar sobre el escenario.

Las primeras coreografías dieron paso a una parte más íntima con Rosalía y los músicos, no por ello menos interesante. Sonaron los cajones flamencos, pero sin recordar a las canciones de «Los Ángeles», y al mismo tiempo manteniendo coherencia con aquellos temas. No se hizo esperar su último single, «Pienso en Tu Mirá», que también fue coreado por la multitud. Eran muchos los que pedían que cantase «Brillo», su colaboración con J Balvin que finalmente no sonó, pero sí lo hizo el tema que ha grabado en EEUU con Pharrell Williams, lo que demuestra el éxito internacional que está logrando con su música.

Las luces, los bailes e incluso una moto quad sobre el escenario integrada como parte sonora, elemento de la coreografía y elemento de la iluminación formaron un espectáculo total con una inmensa e inspirada Rosalía al frente.

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Hubo palabras de recuerdo para el Camino de Santiago, que la propia Rosalía recordó haber hecho hace unos años y cuya llegada, además, coincidió también entonces con las fiestas del Apóstolo. Antes del colofón final, presentación de todo el equipo que la acompañó sobre el escenario, en especial de Pablo Díaz Reixa, co-productor de sus nuevos temas y uno de los artífices responsables del espectáculo que acabábamos de presenciar. Para acabar, un acertado bis con «Malamente», que ahora sí sonó a la perfección y que todos acompañamos con palmas y voces. Algo menos de una hora de concierto que nos dejaba con ganas de más pero con la sensación de haber presenciado un espectáculo inmenso, diferente a cualquier otro que podamos ver a día de hoy en nuestro país.

Rosalía está demostrando que es una bestia sobre el escenario. Una mujer decidida, que pisa con fuerza y asume riesgos sin miedo alguno. Una re-interpretación del flamenco y la música urbana que seguro hubiese sido admirada por maestros transgresores como lo fue en su día Enrique Morente y su «Omega» (1996). Sus letras hablan del amor, de la mujer, del machismo, pero en un tono feminista que ya iba siendo necesario. «Es la Beyoncé española», comentaban algunos tras el concierto. Rosalía es mucho más. El icono español de una generación que va a cambiar nuestra manera de entender la música y que no entiende de etiquetas, fronteras o géneros. La revolución será mujer o, simplemente, no será.

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