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Hemos nacido para correr: 40 años de «Born to Run»

 Fotografía: Eric Meola
Ayer se celebraba el 40 aniversario del mítico «Born to Run» (1975), tercer álbum de Bruce Springsteen y el que supuso el definitivo lanzamiento del «boss» al estrellato. Se ha escrito infinidad de veces sobre el disco y lo cierto es que no es para menos. Tan sólo hablar de su portada y de las 900 fotografías que sacó Eric Meola en aquella sesión de 3 horas (recordad que en aquellos tiempos aquello suponía muchísimos carretes y, por tanto, una verdadera pasta), darían para hablar de la fotografía en la música, la creación de la mítica e icónica imagen del «boss», etc.
Esta mañana recordaba que hace ahora algo más de un año escribí un texto para una revista cuya temática giraría sobre la carretera y que hablaba, precisamente, de este disco. Dado que no llegó a publicarse y probablemente ya no lo haga, con ocasión de este aniversario comparto aquel pequeño texto inédito con vosotros.
¿Qué entendemos por “música de
carretera”? Casi desde la invención del automóvil, música y conducción han ido de
la mano. Es raro encontrarse con un conductor que no vaya escuchando su música
favorita mientras conduce o, como mínimo, prefiera acompañarse de las voces de
la radio. No existe la “música de carretera” como un género en sí, pero sí hay
discos que parecen haber sido especialmente creados para acompañar nuestros
viajes sobre el asfalto. Es el caso del mítico álbum “Born to Run” (1975), de
Bruce Springsteen, aclamado como uno de los mejores discos de todos los
tiempos. 
Ocho canciones le bastaron a
aquel joven de New Jersey para lograr un éxito sin precedentes con su tercer
álbum. Un disco que hablaba de amor, de sueños y de una huida hacia delante. La
sensación de libertad que daba la carretera se plasma perfectamente en
fabulosas canciones como la que da título al álbum: …Tenemos que salir de aquí mientras somos jóvenes/ porque vagabundos
como nosotros hemos nacido para correr…
Lo cierto es que Springsteen se
había inspirado en los jóvenes y adolescentes de New Jersey y New York, unos
chicos cargados de esperanzas que, ante la llegada de su vida adulta, aspiran a
una vida mejor que la que ofrecen los barrios donde crecieron. Esa huida por
carretera es la que nos cuenta en “Thunder Road”: …y mi coche está ahí fuera/ si estás lista para dar un largo paseo/
desde el porche de tu casa al asiento delantero (…) esta ciudad está llena de
perdedores/ y me estoy marchando de aquí para ganar.
La carretera. Ese
camino de asfalto que puede llevarnos a cualquier y a ninguna parte al mismo
tiempo. 
 
“Born to Run” fue el disco que
encumbró a Springsteen y le convirtió en el poeta de la clase obrera
norteamericana. La vida en los suburbios (“Backstreets”) o el amor como
salvación (“She’s the One”) son parte de un álbum que aspira a plasmar la vida
y los sueños de toda una generación y lo consigue. Basta escuchar los épicos
nueve minutos de “Jungleland” para darse cuenta de su grandeza: …Los muchachos hacen brillar sus guitarras
como navajas automáticas/moviéndose rápido hacia la máquina de discos/ los
ansiosos y los encantados/ detonan en bandas de rock’n’roll…
 

Quizás “Born to Run” no hable
demasiado de motores, coches, asfalto o velocidad, pero sin embargo parece
haber sido especialmente grabado para escuchar en la carretera. Tal vez esa sea
la paradoja, y también una de las razones de su grandeza.

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