North Festival (25 de mayo): Raincatchers
El North Festival llegaba este 2024 a su quinta edición en Oporto con cambio de recinto. El Parque de Serralves acogía por primera vez el evento, con un cartel muy segmentado por días para públicos bien distintos. Así, los seguidores de la música urbana y el pop en castellano tenían una cita el viernes 24 de mayo con Alejandro Sanz, María Becerra o Myke Towers, mientras que los amantes de la música brasileña podrían disfrutar el domingo 26 de Bell Marqués, Claudia Leite o del pop mainstream de Nelly Furtado. El sábado estaba hecho a medida para los amantes del pop/indie más melancólico y épico, románticos incurables, por ponerlo de otro modo, con Birdy, Keane o Tom Odell.
Abrieron la jornada los portugueses Plaza. Los hermanos Paulo e Simão Praça forman junto a Quico Serrano una banda que recoge influencias de la música ochentera más electrónica, con referentes como Talk Talk o Dead or Alive. La banda logró reunir a un público bastante numeroso (especialmente el portugués, jugaban en casa) para esa hora de la tarde (17:25) y consiguió hacerlo disfrutar con sus temas bailables y desenfadados.
La gran sorpresa del día la darían The Reytons. Con su segundo disco autoeditado, sin el apoyo de ningún sello o discográfica, los británicos alcanzaron el número 1 de la lista de discos más vendidos en el Reino Unido. Todo un logro para una banda independiente (siguen sin firmar con nadie) hecha a sí misma. Entregados desde el minuto uno, The Reytons salieron a por todas en el North Festival. Más que la actitud de su líder, Jonny Yerrell, sobre el escenario, lo que llama verdaderamente la atención es ver la complicidad de un grupo de amigos que salen a pasárselo bien y a hacer disfrutar al público. Con «Red Smoke» salieron a ganar. Rock canalla, con ecos a The Vaccines o los primeros Arctic Monkeys, que puso a todo el mundo a saltar bajo la fina lluvia que caía sin cesar sobre el parque. No faltaron «On the Back Burner» o «Low Life» en un setlist bastante completo que les sirvió de carta de presentación en Portugal. Sin duda, uno de los grandes conciertos del día y una banda a la que seguirle la pista, pueden llegar a ser muy grandes.
En esta web somos muy fans de Birdy desde siempre. Si buscáis objetividad o imparcialidad, no es en esta ventanilla. La artista británica tocaba por primera vez en Portugal y su concierto era uno de los más esperados del día en el North Festival. Arropada por una banda que sonó de lujo, Birdy salió a escena con «Raincatchers», uno de los cortes de su último álbum «Portraits», con claras influencias de la música de los 80, y que ha sido comparado con el trabajo de Kate Bush. Sabiendo del limitado tiempo del que disponía, la artista decidió hacer un repaso por su discografía. No faltó el delicado folk de «Voyager», con Birdy colgándose la guitarra acústica, para luego sentarse ya al piano para tocar la célebre «People Help the People».
Comenzaba así una parte más tranquila al piano, que luego proseguiría con «Celestial Dancers» y «Let It All Go». Para romper la dinámica, nada mejor que levantarse de nuevo del piano para bailar «Paradise Calling», una de las maravillas incluidas en su magnífico «Portraits». «Ruins II» seguiría con ese marcado acento ochentero, para luego romper con aquella canción que borró el estereotipo de chica frágil y romántica al piano, «Keeping Your Head Up».
Con la demoledora frase Is anybody home upstairs/ it’s been a shitty night… arrancaba «I Wish I Was a Shooting Star». No podía faltar «Skinny Love», la versión de Bon Iver que acabó superando en popularidad a la original. Esperada como agua de mayo (nunca mejor dicho por lo que llovía), Birdy tenía al público comiendo de su mano. «Winter» servía de preludio para el gran momento épico del show, que era, cómo no, «Wings». Sonó, como no podía ser de otra manera, a himno épico bajo la lluvia. La impecable realización en las pantallas (a cargo de la televisión pública de Portugal, la RTP) nos trasladó por un momento a Glastonbury, con la gente aguantando la mojadura mientras escuchaba y cantaba una de las canciones más bellas y románticas jamás escritas (ya os advertí que no iba a ser imparcial).
Un conciertazo en toda regla que, pese a su corta duración (una hora escasa), demostró de sobra el enorme talento de una artista muy especial que sigue trazando su propio camino esquivando todas las etiquetas.
Setlist:
- Raincatchers
- Voyager
- People Help The People
- Celestial Dancers
- Let It All Go
- Paradise Calling
- Ruins II
- Keeping Your Head Up
- I Wish I Was a Shooting Star
- Skinny Love
- Winter
- Wings
Al margen de la archiconocida «Another Love», sabíamos que Tom Odell tenía un vozarrón y lo demostró en el North Festival. Arropado por una banda muy completa, el chico del piano (la referencia a Pablo López, salvando las distancias, me resulta inevitable) encandiló a un público entregado. Arrancó con «Loving You Will Be the Death of Me», uno de los cortes de su último trabajo, para luego repasar su trayectoria haciendo especial hincapié en su primer álbum y en el último, pasando un poco de puntillas por el resto. El concierto tuvo momentos especialmente bonitos (la sutileza y fragilidad de «Best Day of My Life») contrastando con canciones más intensas y épicas («Hold Me», «Can’t Pretend»).
A destacar, la traca final. «Black Friday», que da título a su último disco, es esa canción que a Chris Martin ya no le sale (o no le interesa). Un tema sobre el fin de una relación sentimental tan bonito que llega a doler I wanna go party, I wanna have fun/ I wanna be happy, could you show me how it’s done?/ You look so pretty, pretty like the sun/ I could watch forever while you shine on everyone… I see the darkness where you see the light/ It’s all in my head, who do I trust?/ I thought that you loved me, what is happening to us? Siguió con «Fighting Fire with Fire», que en directo se convierte en un tema rockero, para acabar con, cómo no, «Another Love». Una canción coreada por los allí presentes como un mantra que daba el clímax final perfecto y se lo ponía bien difícil a los cabezas de cartel.
En 2024 se cumplen 20 años de «Hopes and Fears», el espléndido álbum de debut de Keane. Aquel disco, que vendió más de 6 millones de copias y les valió el Brit Award al Mejor Álbum (entre sus competidores estaban el debut homónimo de Franz Ferdinand o el «Absolution» de Muse), sigue siendo el punto álgido de su carrera y su gira actual es la celebración de ese aniversario. Al contrario que en otras giras similares, Keane no han elegido interpretar el álbum de principio a fin, sino intercalar casi todas sus canciones (a excepción de 2) en su repertorio. Comenzaron con «Can’t Stop Now», para luego ir creciendo con «Bend & Break» o «Nothing On My Way», de su estupendo e infravalorado segundo disco, con la que empezaron a brillar especialmente. Sin duda el ecuador del concierto, con «Everybody’s Changing» fue uno de los momentos más aclamados y coreados. Dosificarían mucho sus mayores hits para no quemar rápido todos sus cartuchos.
«She Has No Time», con todos esos móviles iluminando la escena («eso hace 20 años eran mecheros», recordaba Tom Chaplin), fue otro de los instantes especiales de su show. Poco después llegaría el himno (más de 1’5 billones, con b, de reproducciones en Spotify, ahí es nada), «Somewhere Only We Know». Una canción que ya forma parte de nuestras vidas, una de esas bigger-than-life, una joya de las que marcan y definen toda una carrera.
Aunque resulte extraño, no fue ese el final del concierto. Quedarían otros 2 temas y el final, «Bedshaped», que aunque es una canción maravillosa nunca llegará a ser tan especial como el mayor de sus éxitos.
Sorprendió (para bien), que Keane se mantienen en plena forma y siguen sonando igual (o mejor) que hace 15 años, cuando pudimos verles en Vigo. Una carrera con altibajos e interrupciones, proyectos en solitario de sus miembros y demás tópicos para una banda de rock. Una reunión nostálgica que quién sabe si será una despedida, pero que deja buen sabor de boca en el North Festival.
Le quedan cosas por mejorar al North Festival, sí, pero es de agradecer que apuesten por artistas menos habituales en los carteles de los festivales y que, al menos, dividan su ecléctico cartel dirigiéndolo en cada jornada a un público distinto. Nos vamos mojados, pero con buenas sensaciones. Un festival en un entorno natural, sin grandes colas y 100% disfrutable. Amenazamos con volver.