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Optimus Alive ’12 (15 de julio): Tú, yo, Radiohead y todos los demás

Llegó el gran día. Si se agotaron los abonos y las entradas para el 15 de julio, los culpables tenían un nombre: Radiohead. Se hacía imperante, por tanto, acudir pronto al recinto, pero no sólo por la cantidad de público que se esperaba, sino porque el Palco Heineken acogía desde las 17:00 de la tarde un par de conciertos muy esperados: Eli ‘Paperboy’ Reed y Miles Kane.
Eli ‘Paperboy’ Reed es un crack, para qué negarlo. Pocos artistas pueden marcarse un show como el que él ofreció a esas horas y llevarse al público de calle desde el primer momento.
Eli es soul, es funky, pero ante todo es un tornado de energía y vitalidad sobre el escenario. Cualquiera se diría que no estábamos en Memphis, con el predicador ‘Paperboy’ incitándonos a liberarnos de nuestros pecados a través de la música.
Entre el repertorio destacaron las canciones de su más reciente trabajo, «Come and Get It» (2010), con especial mención a temazos como «Explosion» o el que da título al disco, dedicado a todo el sector femenino presente.
Disfrutamos bailando como locos, nos divertimos y nos reímos con el torbellino ‘Paperboy’ y el doble de Jack Black poseído por el soul que danzaba entre el público.
Eli acabó subido a la estructura del escenario y nos rendimos ante su magnífico espectáculo. La jornada del domingo no hubiese podido comenzar mejor.
Era grande también la expectación que había por ver al que fuese compañero de andanzas de Alex Turner en The Last Shadow Puppets. Miles Kane salió al escenario acompañado de una banda clásica de rock para presentarnos su debut, «Colour of the Trap» (2011).
El concierto arrancó con «Rearrange», y Miles conectó desde el principio con un público entregado a la causa. Kane tiene ese toque justo de arrogancia de estrella del rock británico sobre el escenario, gestos y maneras que pueden recordar a artistas como Paul Weller, pero de momento el éxito no parece habérsele subido a la cabeza. Disfruta sobre el escenario tanto como el público viéndole, y esa energía es contagiosa.
Obviamente, el setlist recorrió prácticamente al completo la única referencia en solitario del artista. Un disco redondo del que destacaron hits como «Telepathy», «Counting Down the Days» o «First of My Kind», entre otros. 
No pudimos contenernos y nos unimos a los coros que gritaban «aaaah uooooh» al cierre del concierto, con «Come Closer», y que muchos repetían ya camino del Palco Optimus.
Por su forma de animar a la gente, su saber hacer sobre el escenario y sus buenas canciones la cosa queda clara: ha nacido una estrella.
Sabiendo que iba a ser nuestro único respiro antes de pasar el resto de la jornada en el Palco Optimus (esperando a Yorke y compañía), aprovechamos para tomarnos un respiro, evacuar, ingerir y concienciarnos para lo que en pocas horas iba a suceder. 
The Kooks contaron, probablemente, con un público más numeroso del que esperaban. Y no sólo seguidores de Radiohead, sino muchos aficionados que no quisieron perderse su directo.
He de confesarme fan de la banda, sobre todo de su álbum «Konk» (2008), que me parece magnífico, pero su concierto no fue tan bueno como esperaba. Quizás mis expectativas fuesen muy altas, puede ser, y probablemente el Palco Optimus les viniese grande, pero lo cierto es que el buen ambiente que quizás se viviese en las primeras filas no llegó en absoluto a las últimas, donde estábamos situados. Y eso que no faltaron los temas más conocidos del grupo, como «Ooh La», «Shine On», «Do You Wanna» o «See the World». De todos modos, hay que reconocer que el grupo estuvo bien, y si que hubo buenos momentos como «Always Where I Need to Be», cantando ese «doo doo dooroop doo dooroop doo» del estribillo.
Nos cogió totalmente por sorpresa la huida masiva de gente de las primeras filas tras el concierto de los británicos. Momento que aprovechamos, cómo no, para tomar una mejor posición y colocarnos de cara al evento grande de la noche, avanzando más filas de las que habíamos imaginado. Ya se sabe, las gallinas que entran por las que van saliendo.
A Caribou le tocó, probablemente, el papel más difícil de la tarde. Ser «teloneros» de Radiohead, con una propuesta electrónica que encajaría mucho mejor en el Palco Heineken o, incluso, después de Radiohead (y hubiese aliviado al menos en parte la atropellada salida de público tras el concierto de la banda de Yorke). 
Con todo, Daniel Victor Snaith sabía que el público no se iba a escapar antes de ver a Radiohead, así que dio el concierto que le vino en gana. Un buen concierto, sí, pero para el que probablemente no estábamos preparados. Ni siquiera «Sun» u «Odessa», despertaron del letargo a la masa, pero no por una cuestión de calidad. Sencillamente, no era el momento ni el lugar adecuado.
A eso de las 22:30 llegaba el momento más esperado no sólo del día, sino de todo el festival. Unas 55000 personas acudieron a la llamada de Radiohead (15000 más que en el BBK Live) y todos ansiábamos ese esperado broche de oro y lo que se preveía un concierto único (probablemente de las pocas probabilidades que tendremos de ver a la esquiva banda).
Arrancaron con «Bloom», de su último trabajo «The King of Limbs» (2011), disco que tocaron prácticamente en su totalidad a lo largo de todo el concierto, pero pronto cayeron canciones del magnífico «In Rainbows» (2007) como «15 Steps» o «Weird Fishes/Arpeggi», y esa gran canción que no incluyeron en su nuevo disco, «Staircase». Un primer tramo del concierto que bien podría titularse «A la felicidad por la electrónica» y que, aunque bailamos (si es que la música de Radiohead puede bailarse) en estilo libre, no disfrutamos tanto como todo lo que vendría después.
Thom Yorke se sentaba al piano (dando la espalda al público) para interpretar «Pyramid Song», abriendo un nuevo paréntesis en el concierto en el que el pasado dejaba de ser tabú y la banda comenzaba a conectar más con el público. Le siguió la rockera «I Might Be Wrong» y una extraña, aunque agradable sorpresa, la de la hipnótica «Climbing Up the Walls», de su obra maestra «OK Computer» (1997). 
A esas alturas el concierto se empezaba a volver mágico y las bellísimas «Nude» y «Exit Music (for a Film)» se mecían en nuestros oídos antes de que la banda volviese a dar un nuevo golpe de efecto. Volvimos al presente con «Lotus Flower», pero aunque Ed O’Brien llevase bombín no se lo prestó a Thom para marcarse un baile.
Jonny Greenwood y Ed se colocaban a las percusiones para dar comienzo a «There There», uno de los momentos estrella de «Hail to the Thief» (2003) y también muy esperada por los presentes. Tras «Feral», «Bodysnatchers» nos devolvía a los Radiohead más rockeros que se despedían antes de volver con los bises.
«Give Up the Ghost» sería la última ocasión en la que acudirían a su último álbum, antes de emprender el vuelo en uno de los momentos más memorables del concierto, que comenzarían con «Reckoner». La sorpresa la dieron con la inesperada y aclamada «Lucky», que daría paso a la mítica «Paranoid Android», que nos recordó a todos en poco más de 6 minutos porque habían valido la pena el viaje y la espera. 
Aunque pareciese que ahí todo se acababa, faltaba todavía algún tiempo para completar las 2 horas que se esperaba durase su directo. Volvieron a salir para recordar «Kid A» (2000), el álbum que lo cambió todo en su carrera, con «Everything in Its Right Place» e «Idioteque», el más bailable y furioso de sus temas más electrónicos en directo. 
Para acabar, pese a que muchos esperábamos «Karma Police», que habían tocado en el BBK Live, nos sorprendieron a todos con la maravillosa «Street Spirit (Fade Out)», sabiendo que es muy poco habitual que la banda toque canciones anteriores a «OK Computer». 
¿Qué podría decir del concierto? Pues creo que Radiohead estuvieron a la altura y dieron el mejor recital de todo el Optimus Alive. Vale que no se marcan todos sus éxitos como The Cure y que toman cierta distancia con su público, pero los que pudimos verles nos sentimos afortunados. Porque, para empezar, tocaron 3 canciones más que en el BBK Live, porque cayeron hasta cuatro temas de «OK Computer» y porque lo de «Street Spirit (Fade Out)» fue un regalo. No digo que en un futuro, con los años, no cambien y se dediquen a repasar en 3 horas toda su carrera, pero en este momento creo que fue uno de los mejores conciertos de Radiohead que pudimos haber presenciado. 
La salida del público sí que resultó atropellada. Imaginad a 55000 personas tratando de desplazarse como hormiguitas, pero en distintas direcciones. Si la del concierto de Coldplay el pasado año ya fue una salida complicada, imaginaos esta. Sólo espero que no se venda un mayor número de entradas de cara al futuro, ya que corre el riesgo de que se produzca un trágico accidente en la salida del recinto. 
La pena era el perderse a The Kills o Metronomy, conciertos programados mucho después en el Palco Heineken, pero que ya sabíamos que probablemente no podríamos ver.
Un macrofestival que en esta nueva edición ha optado por alejarse del rock más mainstream (Foo Fighters, Paramore o 30 Seconds to Mars estuvieron presentes el año pasado) y decantarse por un público más «indie». El clima, el entorno y el precio siguen siendo muy atractivos, aunque siga habiendo defectos como las cancelaciones de grupos que son tan macros como el festival en sí (y que podrían haberse solucionado de una mejor manera). Se echó en falta este año una mayor competencia entre los Palcos Optimus y Heineken como hubo el pasado año, con Friendly Fires, Fleet Foxes o Foals petándolo en la carpa. 
Lo recordaré como un festival entrañable ya no sólo por la música, sino también por la agradable compañía. Al fin y al cabo, los conciertos no son tan sólo lo que vives, sino con quién lo vives.
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