O Son do Camiño 2019 (jueves 13): La toma de la Bastilla

La segunda edición del festival O Son do Camiño arrancaba el pasado jueves repitiendo éxito antes de dar comienzo. Los abonos se agotaron en pocas horas (igual que en la primera edición) repitiendo fórmula: un cartel muy ecléctico con bandas de rock, pop y música electrónica. Muchos grupos (probablemente demasiados, ya razonaremos en la crónica del viernes por qué decimos esto) desde primera hora de la tarde. Nos era imposible llegar para ver a Alice Wonder (16:05 de un jueves por la tarde), así que hicimos lo posible para, al menos, llegar para ver a Second.

La primera novedad respecto al año pasado llegó con los aparcamientos y el transporte. El estadio de San Lázaro volvía a ser una de las zonas de parking gratuitas (la otra era en Amio), pero en esta ocasión no había autobuses desde el estadio al festival. La principal razón era no colapsar el tramo de acceso al recinto, así que la subida estaba cortada al tráfico. Hay que reconocer que la decisión fue acertada, aunque el recorrido a pie era de casi 30 minutos desde el estadio al recinto.

Tuvimos la suerte de llegar en mitad del concierto de Royal Republic, una de las gratas sorpresas del cartel del festival. Los suecos, con mucho en común con The Hives (visten todos igual, pero con americana roja y collar de perlas, y practican un rock desenfadado y muy divertido), amenizaron al numeroso público que se congregó ante el Escenario Estrella Galicia. El cuarteto, con el carismático Adam Grahn al frente, se ganó a los presentes con un show rockero y muy bailable. Canciones como «Boomerang», «Stop Movin'» o la ochentera «Anna-Leigh» son una buena muestra del estilo de esta banda sueca, que además se atrevió a versionar un fragmento de «Battery» de Metallica haciendo un guiño a un chico que llevaba una camiseta de la banda.

Hacía años que no veía a Second en directo y tenía ganas de repetir. No defraudaron. Aunque no les tocó el mejor horario ni el escenario más grande, los murcianos demostraron con creces por qué son una de las bandas más queridas por el público. No tenían mucho tiempo teniendo en cuenta que llevan cerca de dos décadas de carrera y unos cuantos discos publicados, pero lo aprovecharon bien. Fueron a por todas con un repertorio que repasó buena parte de su cancionero, desde «Primera Vez» a «Mira a la Gente», pasando por «Rodamos», «2502», «Muérdeme» o «Rincón Exquisito», que buena parte de los presentes no dejamos de corear.

En mi humilde opinión, dieron uno de los grandes conciertos del jueves y del festival y su líder Sean Frutos no dejó de animar al público en todo momento. Hubo química, y eso se nota. Esperemos que se animen a traerlos más a menudo a los festivales gallegos.

Resulta complicado entender cómo uno de los cabezas de cartel tocaba a las 19:45, pero sería imperdonable perderse al que fuera líder de The Verve. Richard Ashcroft salió al escenario acompañado únicamente de su guitarra acústica para aprovechar al máximo su escaso tiempo (apenas 50 minutos para uno de los grandes nombres del festival). El setlist, de lujo. Empezó con «Sonnet» y «Space and Time» de The Verve para seguir con «They Don’t Own Me» y «A Song for the Lovers». El que no estuvo a la altura fue el público. Ya lo decíamos en nuestros consejos para vivir el festival e incluso lo decía la propia organización en su guía, pero parece que muchos siguen sin pillarlo. Mientras Ashcroft cantaba (no ha perdido ni uno de los matices de su característica voz), el público de las primeras filas no dejaba de hablar en voz alta, ignorando completamente al artista. Un hecho que no pasó desapercibido para el cantante, que incluso bromeó sobre venir con banda para actuar un sábado noche. Para el final, las maravillosas «The Drugs Don’t Work» y «Bitter Sweet Symphony» de The Verve, que tampoco consiguieron silenciar a los irrespetuosos. Una vergüenza que el artista se fuese con esa mala sensación, que disimuló lo mejor que pudo.

Decidimos darnos una vuelta por el recinto y aprovechar para inspeccionar el terreno. Canjeamos algunos euros por tuents (volvía a ser la moneda propia del festival, aunque para los food trucks se pagaba en euros) para los tres días y nos dimos una vuelta por los puestos de comida, merchandising y demás. Este año había una pequeña zona de descanso (muy pequeña para los miles de asistentes), que sería recomendable ampliar de cara a futuras ediciones, así como poner bancos y mesas para que la gente pueda sentarse tranquilamente a comer (como ya existen desde hace años en otros festivales como el Paredes de Coura o el Bilbao BBK Live). También se quedan un poco escasas las zonas de baños y, por favor, algún puesto de comida cercano a la segunda entrada del festival. Es completamente absurdo tener que recorrerte todo el recinto para ir a comer (no tienes que hacerlo para beber, eso sí lo tienes siempre cerca).

Bastille eran uno de los cabezas de cartel del jueves, y así lo hicieron notar. Los británicos construyeron una puesta en escena que aludía a la inminente publicación de su nuevo disco, «Doom Days». Un sofá, una vieja televisión, una lámpara… algo así como una habitación donde pasar esos «días de fatalidad», todo ello también apoyado en proyecciones en las pantallas gigantes. Dan Smith no dejó de botar sobre el escenario, aunque a veces se sentase sobre el sofá como parte de la representación de las letras de sus canciones. «Quarter Past Midnight», «Those Nights», «Things We Lost in the Fire», «Icarus», «Joy» o «Happier» fueron algunos de los momentos álgidos del concierto. Smith no dudó en bajarse del escenario y darse literalmente un baño de masas entre el público de las primeras filas, ante la sorpresa de los presentes.

Pero sin duda uno de los grandes momentos fue «Of the Night» (un mash-up de «Rhythm of the Night» de Corona y «Rhythm Is a Dancer» de Snap!), una canción que obviamente se sabía todo el mundo y todos coreamos. El gran final llegó, como era de esperar, con su gran éxito «Pompeii», cantado por todo el público a viva voz.

El de Bastille fue un conciertazo en toda regla. Los británicos son una de las grandes bandas de pop épico de una nueva generación junto a grupos como Thirty Seconds to Mars. En directo se crecen y dieron uno de los mejores conciertos del festival.

No éramos grandes seguidores de Beret, así que aprovechamos para hacer la parada obligatoria para cenar. De lejos pudimos ver y oír parte del show, que tuvo su gran momento con «Lo Siento», como cabía esperar.

Die Antwoord no permitieron a los medios que les hiciesen fotos, y por eso no veréis ninguna foto de su concierto en esta crónica. Los sudafricanos llegaron con su megafiesta rave en la que solo cabe darlo todo. Ninja y Yolandi salieron a escena bailando y saltando, con surrealistas animaciones visuales de fondo y la música del dj «god» de fondo. «Banana Brain», «Baby’s On Fire» o «I Fink U Freeky» hicieron las delicias de quienes querían celebración rave a toda costa, aunque no todos estuviésemos dispuestos a participar de la fiesta. No nos quedamos todo el concierto, pero sospecho que al menos parte de lo que cantaba Yolandi iba en playback (y no soy el único), y además tampoco acabo de entrar en esa propuesta malrollera de la banda.

Lo mejor quedaba por venir el viernes, ya teníamos ganas de volver a ver a Rosalía en directo.